20 junio 2016

Largas vacaciones.

Este año me voy a tomar vacaciones escolares de blog (las del calendario vacacional estándar, que a mi niño todavía le queda una semana de colegio).

Descansaré un par de meses largos, sin encender el ordenador los domingos y los miércoles a última hora, buscando algo que contar -no he conseguido una despensa de post de la que tirar-.
Me dedicaré a cerrar grietas con masilla. Leeré. Veré pelis. Dejaré que se me haga tarde, aunque sea domingo y no tenga nada en la recámara…

Voy a tomarme unas largas vacaciones, aunque todavía me quede mucho tiempo de oficina por delante. Jugaré a que ya es verano, aunque no haya catado la playa todavía.

Y volveré en septiembre, con la nariz pelada y un montón de pecas.


Foto de @peparenal

16 junio 2016

Decoterapia.

Cambia, mueve, recoloca.
Atornilla, clava, martilla.
Arranca, quita.
Pinta, lija, enluce, barniza.
Ordena, regala, tira.
Descuelga y vuelve a colgar.
Adecenta, recupera, retapiza.
Compra, rebusca, inspírate.
Tapa, arregla, limpia.

Puede que al final todo se quede como estaba pero, mientras lo intentabas, habrá pasado el tiempo.
¡Haz decoterapia!


09 junio 2016

Hoy me conformaría con estar ahí.


Poco más que añadir.
Que pasen ustedes un buen jueves.


06 junio 2016

Resistiendo al emoticono.

Comencé sin bajarme la aplicación en WhatsApp, no recuerdo si por pereza, porque era de pago o porque no tenía espacio disponible para actualizar el IOS de turno. Algo tenía que hacer que no hice y me quedé sin emoticonos.
Y utilizando únicamente el lenguaje en un mundo de caritas amarillas, yo sobreviví.
¡Alucinante!



Y así he seguido durante estos años. Nunca los he echado en falta.
Ha pasado de ser un reto personal –podría decir que me motivan los retos absurdos que no llevan a ninguna parte- a formar parte de mí. Me comunico con palabras completas, sin abreviaturas y con tildes; pongo comas, puntos, incluso punto y coma -así de cursi soy-. La única licencia que me concedo es pasar del signo de interrogación o exclamación de apertura cuando chateo, pero me crea cargo de conciencia, no vaya a ser que a la RAE le dé por quitarlos por eso de adaptarse a las nuevas formas de comunicación… Y llevo fatal los cambios ortográficos y gramaticales de la RAE (no tengo superado sólo y me cae el éste sin tilde, ¡un drama!).


Creo que somos capaces de transmitir y entender la sorpresa, la ironía, la pena, el susto, la risa o la vergüenza sin un emoticono aclaratorio.
Un “Me parto” resulta igual de sugerente que una carita muerta de risa; claro que ésta puede repetirse 10 veces seguidas mientras que yo nunca escribiré “Me parto, me parto, me parto, me parto, me parto”. Entiendo que con una vez ha quedado confirmado que sí me hace gracia.
Tampoco considero necesario aclarar un vacile utilizando el pertinente guiño o guiño-lengua-sacada. O soy capaz de escribirlo para que entiendas que estoy de coña o puede que, tal vez, sea inapropiado; a ver si ahora las caras amarillas lo van a solucionar todo… Si el chiste ha sido hiriente, no creo que se haya creado todavía el emoji capaz de deshacer el entuerto, ya puedes poner besos y corazones a granel que, cuando pinchas hueso, duele…
Es tan fácil que cualquier anécdota resulte sorprendente a la par que espeluznante pero con un toque de humor, la versión de El grito está en todas partes. Yo utilizaría un “¡No me puedo creer!”, un “¿En serio?” o un “¡¿Pero qué me dices?!” dependiendo de las circunstancias. Puede ser que me quede corta y no consiga hacer llegar a mi interlocutor ese matiz de espanto pero qué se le va hacer, es un mensaje de mierda, tampoco nos vamos a poner tan quisquillosos.
No podré ruborizarme ni poner cara de pena.
Tampoco cerraré mis frases con una flamenca.
Nunca enviaré corazones rosas.
Sólo te aseguro que me comprenderás y, ¿no se trata de comunicarse?


Así que seguiré atrincherada en la palabra, resistiéndome ferozmente al emoticono. Porque para mí es importante, aunque no tenga ni idea de por qué…


02 junio 2016