29 octubre 2015

Lógica infantil aplastante.

- Mamá, ¿sabes cuáles son mis dibujos favoritos? Empieza por shuoa. (Léanse las vocales muy rápidamente).
- Pues no sé… ¡La Oveja Shaun!
- La Oveja Shaun empieza por oveja.
- …
- Es El Show de Tom y Jerry.


Lógica infantil: 1.
Mamá: 0


Y así me va la vida, entre derrota y derrota.

26 octubre 2015

Cosas que finalmente tampoco has hecho este fin de semana.

Se me van acumulando las cosas que quiero hacer un fin de semana pero que nunca encuentro el momento. Bueno, momentos posibles hay a patadas, lo que pasa es que una extraña fuerza sobrenatural me retiene alejada de todas esas tareas que me he prometido hacer.
La verdad es que no termino de entender mi actitud, si se supone que harán mi vida mucho más cómoda… El caso es que pasan los meses y no consigo meterle mano a ninguno de los puntos de mi To Do List.
Y mientras más lo deje, más larga se va haciendo la lista porque, no sólo tengo que guardar las sandalias en el altillo, sino que además necesito poner tapas a dos pares de zapatos.



Ahora mismo, tengo sobre la mesa los siguientes temas pendientes:
  • Ir a IKEA a por cosas muy pereza tipo funda para la tabla de planchar, un estor o pinzas para cerrar bolsas.
  • Recoger las montoneras que se han reproducido tras mi último intento de eliminarlas. ¡Han vuelto y con más fuerza que nunca!
  • Guardar mi ropa de verano. Me he saltado guardar la ropa del invierno pasado, que se mezcló con la de verano que nunca llegué a sacar del todo. Ninguno de los dos procesos concluyó de forma satisfactoria pero ya ha llegado el momento de enfrentarse al otoño-invierno 2015-16.
  • Guardar la ropa de verano del enano. Sigo la misma estricta disciplina para mí y para mi vástago, no hubo cambio oficial de temporada así que ahora hay un batiburrillo de bermudas, pantalones de pana, camisetas, punto gordo, bambas, botas…
  • Ordenar mi armario. No es suficiente con guardar, llega un momento en el que hay que deshacerse de cosas. Pero una nunca sabe qué se querrá poner en febrero, tal vez sea el momento de darle otra oportunidad a aquel vestido abandonado desde el invierno del 2010. ¡Es tan difícil!
  • Ordenar el de mi hijo. Los cálculos a ojo no sirven de nada y resulta que se le ha quedado todo pequeño, corto, prieto, roto, ajado.
  • Recoger la biblioteca. Es un almacén de juguetes y trastos así que no me caben los libros pero sí un parchís, la casa de Peppa Pig, una vajilla de juguete, 4 cestos llenos de coches. A lo mejor si le cambio el nombre por trastero dejo de agobiarme por cómo está (un agobio muy teórico) y lo tacho de la lista.
  • Hacer la compra. Es una tarea que siempre está pendiente, aunque acabe de ir al supermercado -siempre se me olvida algo vital tipo detergente para la lavadora-. Y luego está Opencor, que resolviéndote las papeletas a deshora, sólo te ayuda a posponer otra semana más.
  • Tirar cosas en general. Al final va a ser la única manera de resolver todos los puntos anteriores (menos el de la compra, ése siempre está ahí).


Y hoy, como rezo todos los domingos, “del finde que viene no pasa”.


22 octubre 2015

Mini-superhéroes.

Con la excusa de Halloween, hemos comprado un disfraz de superhéroe que, estando en el top 3 de mamá-sabes-una-cosa, no sé cómo no teníamos todavía.
Por supuesto, salimos de la tienda con él puesto -máscara incluida- para desconcierto de la dependienta, los clientes y los viandantes. Y, sobre todo, para risas de su madre.


Aunque ya se había disfrazado antes, esta vez fue distinto. Se metió de lleno en el papel. Interiorizó sin problemas el tema de la doble identidad, aunque a su modo: él sabía que no era Spiderman pero los demás no. Y así se paseaba él, henchido de orgullo y tieso como una vela, convencido de que lo tomaban por un auténtico superhéroe. “¡Hola señora! ¡Hola señor!” saludaba a los paseantes.
¡Cómo disfrutaba del anonimato con su mono y su capucha rojos! ¡Qué felicidad!

Pero había que tomar precauciones, no fueran a descubrir la verdad: “Mamá, córtame las etiquetas que se van a dar cuenta de que no soy Spiderman.”
Y le dio otra vuelta más, ante todo mantener su verdadera identidad de niño de 5 años en secreto, “No voy a tirar telas de araña porque no puedo y sabrán que no soy un superhéroe.”


Y aunque el traje nuevo tenga todas las papeletas para convertirse en una segunda piel (porque un gorro de lana sí pica pero con una capucha acrílica y rasposa que le deja medio bizco se puede jugar, ver la televisión, cenar y dormir), ¡poned un superhéroe en vuestras vidas!



¡Es un auténtico descojono!

19 octubre 2015

Cáncer, ¿cómo te puedo ayudar?

Permitidme que oriente este post hacia las mujeres, no sólo porque es la versión que mejor conozco, sino porque sólo tengo la visión femenina de las preocupaciones, las inquietudes, los miedos.
Aunque mucho de lo que cuente sea común a ambos géneros, los hombres siguen siendo una incógnita para mí, igual que nosotras para ellos…


El mazazo lo recibe la enferma pero la onda expansiva afecta a todos los que la rodean. Nadie sabe qué hacer, cómo ayudar. Tampoco la protagonista de tan amargo trago sabe lo que espera, lo que necesita… Todos nos quedamos bloqueados, llenos de dudas, sin palabras y esperando alguna señal para poder actuar.


Yo no creo que esa señal vaya a llegar nunca. El momento para ayudar comienza cuando conoces la noticia. A partir de ahí, puedes empezar a hacer algunas cosas, tal vez mucho más prácticas de lo que pensabas.

Lo primero en lo que pienso es en su escenario:
¿Tiene hijos?
¿Está separada?
¿Hay padres y hermanos con capacidad y tiempo para ayudar?
¿Tiene señora de la limpieza?
¿Quién hace la compra?
¿Tienen cuidadora?
¿Cuáles son los horarios de todos ellos?
¿Estará acompañada los días que esté en la cama?
¿Quién le hará la comida?
Dependiendo de la respuesta a preguntas tan básicas, irán apareciendo los huecos y sabrás dónde, exactamente, va a necesitar que le echen una mano.
La intendencia familiar, sobre todo con niños de por medio, es una de las mayores preocupaciones. Ella querrá mantener un entorno de normalidad, cierta rutina y algo de equilibrio, pero no va a poder hacerlo sola estando KO 5 días cada tres semanas.

Personalmente, no le preguntaría demasiado. Trataría de coordinarlo todo para, directamente, darle un abanico de soluciones antes de que ella llegase siquiera a plantearse el problema.
Estaría muy bien poder decirle que no se preocupara, que habéis pensado en todo y que esto es lo que se os ha ocurrido:
- El padre lleva a los peques a la parada.
- Uno de los abuelos se encarga de recogerlos, pasar la tarde con ellos y de que hagan los deberes.
- Cuando estés con la quimio, dormirás en casa de tus padres o los niños se quedan en casa de sus tíos (o la opción que penséis que mejor se adapte a lo que ella querría).
- Hemos contratado una señora de la limpieza durante estos meses para que no tengas que preocuparte por la casa.
- Las amigas nos turnaremos para acompañarte al hospital cuando te den la quimio.
- Cuando estés en la cama, iremos a verte, llevarte algo de comer y hacerte compañía para que no estés sola.
- Iremos a tus partes de baja y los entregaremos en tu oficina.

Todo este tipo de gestiones le darán mucha tranquilidad, saber que los días más críticos todo estará atado será un enorme alivio para ella.


El cariño, la preocupación, la compañía, el apoyo, un mensaje de ánimo, una visita tampoco tienen precio, pero esas cosas salen solas.


15 octubre 2015

Canciones que nunca pensé que cantaría a mi niño.

Cantar no es precisamente una de mis virtudes. Nunca se me ha dado bien; no tengo oído y la escala que soy capaz de trabajar sin desafinar se limita al do-re-mi, el fa está totalmente fuera de mi alcance.
Vamos, que he estado en un karaoke de casualidad y creo que prefiero irme a casa y zanjar la fiesta antes que desentonar Laura Pausini delante de 25 borrachos.


Dicho esto, una es madre y pierde, entre otras muchas cosas, el pudor a dar el cante. Empiezas tarareando a tu bebé en solitario y medio a escondidas. Pero te vas viniendo arriba y terminas saltando en el sofá con el mando a distancia de micrófono y con toda tu familia - postizos incluidos- de público.

Jamás pensé que llegaría tan lejos en el mundo de la canción.
Nunca imaginé que podría perder la vergüenza hasta este punto, permaneciendo mis ineptitudes constantes.


Antes de lanzarse, fundamental ceñirse al siguiente esquema:
         Palabras que sabe decir
      + Cosas que le gustan
      + Ritmo
      + Gamberrada
      + Repetición
      = Hit infantil


Siguiendo esta ley del éxito y contraviniendo toda lógica, me atrevo a cantar:

Dile a papá, que me voy de la ciudad. Dile a los chicos, que no volveré más. Voy en un coche que robé anoche a un tipo listo que iba a ligar.

Yo para ser feliz quiero un camión. Yo para ser feliz quiero un camión. Escupir a los urbanos, a las chicas meter mano. Yo para ser feliz, quiero un camión.

Tengo un tractor amarillo, que es lo que se lleva ahora. Tengo un tractor amarillo, porque es la última moda. Hay que comprar un tractor, ya lo decía mi madre, que es la forma más barata de tener descapotable.

Has sido , te crees que no te he visto. Has sido , Chica-Cocodrilo. Has sido la que me dio el mordisco. Has sido , has sido .

Adiós papá, adiós papá, consíguenos un poco de dinero más. Más dinero.


Así pues, mis canciones para chicos (el género es vital en esta selección) han terminado siendo un viaje a finales de los 80 y principios de los 90.


¡La Década Prodigiosa ha vuelto y soy yo!

08 octubre 2015

Hoy quería escribir algo bonito,
Pero no lo consigo.
No me sale.
Todo suena demasiado deprimente.


Le he dado vueltas a los recuerdos.
Y también a la pena,
A la nostalgia,
Al tiempo.
Pero seguía siendo oscuro.


He buscado un tono ligero.
Luego, profundo.
He cambiado a filosófico.
Lo he intentado con entrañable.
He probado triste.
Me he esforzado con alegre.


El caso es que hoy quería recordarte,
Aunque no encuentre la manera.


05 octubre 2015

Tarjetas amigas.

Pensaba que mostraba cierta resistencia a la hora de hacerme socia de una tienda. Me tenía por una dura clienta, reticente a dar mis datos a la primera de cambio. Pero he estado repasando mi cartera y resulta que nada más lejos. Es más, diría que sólo me falta ofrecerme directamente como socia nada más entrar por la puerta de un comercio.


Obviamente, me he dejado camelar por los cantos de sirena del 0,5% de descuento en algunas de tus compras, las promociones exclusivas para socios, los regalos de bienvenida y las miles de ventajas que ahora mismo se me escapan pero que, en su momento, me debieron parecer algo fantástico.

Así que me encuentro con la cartera a rebosar de tarjetas –aunque nunca encuentro la que necesito-, recibo mogollón de cartas, postales y panfletos que petan semanalmente mi buzón, me bombardean a e-mails ofreciéndome una miniatura de colonia por compras superiores a 100€ en cremas de noche (oferta válida el 9 de octubre) y el día de mi cumpleaños tengo un 2% de descuento adicional si muestro aquella carta que me enviaron hace dos meses… Vamos, un universo de ventajas incuestionables.

Ahora mismo, soy socia (o amiga, que suena mucho mejor) de:

  • FNAC. Cuesta 15€ cada dos años pero los amortizo en una sola compra. La verdad es que es la tarjeta a la que más cariño tengo y la única con la que, de verdad, ahorro pasta.
  • Supermercados BM. Por la comodidad de no tener que cantar mi dirección cada vez que hago el pedido porque los regalos que hacen son un churro y las ofertas, también, 1 € de descuento en pepinillos en vinagre no suena muy tentador.
  • Sephora. Supongo que me dejaría engatusar por algún descuento. Desde luego, tiene la correspondencia más activa que jamás haya visto. Me llegan más cartas de Sephora que propaganda de partidos en periodo de elecciones.
  • IKEA Family. Por el descuento, por supuesto.
  • If. No recuerdo haber conseguido nada con ésta. ¿Será de puntos y dentro de 15 años podré optar a un pintalabios?
  • Forum Sport. Me harían rebaja el día que fui a comprar unas chancletas para la piscina o unas playeras para mi retoño porque, si nos limitamos a lo estrictamente deportivo, no merecería ser su amiga.

A todas estas afiliaciones conscientes, hay que añadir los pactos de amistad virtuales obligatorios para una compra por Internet, aunque nunca jamás vuelvas a alquilar un coche en Peñíscola.


Total, que resulta que soy amiga de más comercios que de personas… Y los primeros son mucho más cansinos que el peor chat de Whatsapp.

01 octubre 2015

Los dibujos que más odio.


Encabezando mi lista, y creo que la de la inmensa mayoría de hogares, están Dora, Botas, el mapa, Diego, la mochila y suputamadre. Para empezar, no me parece muy educativo que una niña de 5 años ande todo el día sola por ahí, porque tiene padres, que los he visto en algún capítulo. ¿No es una dejadez de funciones parental brutal? Muy bien no lo debe de estar pasando la chiquilla, que habla con un mono y una mochila…
Los capítulos vienen, además, por pares, como si con 20 minutos no fuera suficiente. Y, claro, luego hay  que lidiar con las consecuencias: esa mierda de canciones súper pegadizas que no puedes quitarte de la cabeza durante días, “Soy el mapa, el mapa”, “Mochila, mochila” (de nada, no quería que os olvidarais de ellas…).

Caillou también me parece bastante insoportable. ¡Qué familia tan entregada a la educación de su primogénito! Es que nos deja en evidencia a los padres normales y corrientes, los que nos enfadamos, los que a duras penas soportamos una pregunta más, los que encendemos la tele para no oírlos, los que no horneamos bizcochos para desayunar, los que no tenemos tiempo para coger saltamontes los martes a mediodía.
Y luego está el asunto turbio del niño, ¿por qué es calvo? Todos los personajes de la serie tienen pelazo menos él. Espero que no esté enfermo y nos espere un final tipo David el Gnomo.

Tengo mucha ojeriza a la abeja Maya, desde siempre. Nunca me ha caído bien, ni hecho gracia, ni entretenido, ni nada de lo que se le presupone a un dibujo animado. Lo mismo sucede con la versión actualizada, es que veo sus rizos y me crispo. Pero, por suerte, he conseguido transmitir a mi hijo mi rechazo por el bicho y, en cuanto la vemos aparecer, nos ponemos a gritar “¡Cierra los ojos! ¡No mires! ¡Cambia de canal! ¡Apaga la tele!”. Y nos reímos un poco a su costa.

Los Bubble Guppies no me caen tan mal como sus guionistas, que se han hecho la picha un lío y han montado un auténtico Cristo submarino. Son unos niños sirenos que, obviamente, viven en el mar. Sin embargo, allí abajo llueve, hay charcos en los que se puede saltar, se caen, se meten en la piscina… A ver, si hemos decidido que naden, mantengamos un poco de orden, que no se puede uno pedir la ingravidez para aplicarle luego gravedad según convenga.
O somos peces o somos niños, las dos cosas es un lío hasta para los diminutos espectadores.

Otro rencor heredado de mi infancia es Calimero. Supongo que no conseguí superar nunca que se sintiera desnudo sin su trozo de cascarón en la cabeza. Eso y que además es un quejica que enseña a tu hijo a emplear correctísimamente “¡Es una injusticia!”. Como si no tuviéramos bastante los padres con el repertorio de respuestas que aprenden sin la ayuda de pollos animados.


Pero lo cierto es que, a veces, ellos son los únicos capaces de traer algo de paz al hogar.