26 febrero 2015

Mensajes conciliadores.

Ya sabemos que conciliar trabajo y familia no es nada fácil. Reducimos horario, intensificamos jornadas, vamos corriendo a todas partes rebosantes de culpa. Es una ardua tarea, muy poco apreciada y repleta de sinsabores.


Pero nosotras sí sabemos lo que nos cuesta. Vivimos pendientes del reloj. Rapiñamos cada segundo como si fuese oro, porque si hoy he metido media hora más, me la guardo para cuando los niños estén de vacaciones y así salgo 7 minutos y medio antes de la oficina, cojo el autobús de las 16:57 y puedo estar puntual en la actividad extraescolar de la semana sin colegio.
Así que 10 minutos marcan la diferencia. Supone llegar a la parada o -gran pesadilla- no hacerlo a tiempo y que la criatura tenga que esperar sola. Por supuesto, nos imaginamos el kit del desamparo completo: ningún alma caritativa se ha dado cuenta, llora desconsolado, llueve, arrecia el viento y se ha encendido tres cerillas para entrar en calor mientras imagina una suculenta cena de Navidad. Así somos y así trabajan los remordimientos.

Ese tiempo, que parece no contar, es del que vivimos. Nosotras nos organizamos, si nos dejan, claro. No es necesario tener que recordar que tenemos hijos y responsabilidades fuera del horario laboral. Porque una se lleva un mal rato diciendo que no puede asistir a una reunión a las 18:00, abandonando una videoconferencia porque llega el niño del colegio o asistiendo a una multi a las 7 de la tarde desde casa mientras el niño no para de gritar “¡Mamá!”. No creo que tengamos que pasar por eso y, menos aún, con frecuencia quincenal.

Así que he pensado que voy a dejar que a los demás les resulte imposible obviar lo que no quiero repetir. Me colocaré unas chapas con algunas puntualizaciones y aclaraciones. No es ninguna reivindicación, son únicamente matizaciones para que el entorno deje de hacerse el sueco.


Y, sobre todo, no os preocupéis, que nosotras nos organizamos.




23 febrero 2015

Embarcando.

Cuando nos hacemos con el primer puesto en la cola de embarque, nos sentimos poderosos. Con nuestro ingenio e iniciativa hemos logrado ese lugar privilegiado, el número 1. Pero aunque parezca que la suerte está de nuestro lado, el desenlace puede no ser el esperado. Estamos en un aeropuerto, todo puede suceder.



La técnica de colocarse el primero en el mostrador es el gran clásico del embarque. Es emocionalmente muy satisfactoria, nos aporta autoestima, poderío. Es tan gratificante ver cómo van sumándose adeptos a nuestra iniciativa y la fila empieza a ganar metros de gente siguiendo nuestro instinto creador. Porque esta cola requiere muy poco esfuerzo para crearse y alcanzar longitudes kilométricas, independientemente del tiempo que falte para que llegue nuestro vuelo.
Además, embarcando el efecto dominó es instantáneo; basta con que un único viajero se coloque en posición para que los demás pasajeros, presos de la angustia a quedarnos sin sitio, a que el vuelo despegue sin nosotros o a que alguien ocupe nuestro asiento, sigamos su ejemplo como borregos y nos pongamos en formación de a uno.

Estamos en posición, listos para montar cuando aparecen las azafatas y comienzan a organizar el embarque siguiendo un criterio único e irrepetible en cada vuelo. Empezarán por tarjetas platino, oro, plata, zafiro, diamante o rubí, seguirán con las clases: business, preferente, embarque prioritario, turista plus, clase A. Cuando haya subido más de medio avión pero tú sigas en el primer puesto pegado al mostrador, continuarán con los pasajeros sentados a partir de la fila 16. Para cuando llegue el turno de la 8F, sin ninguna mención especial, distintivo plus o tarjeta amiga de materiales preciosos, serás el primero de los únicos 20 pasajeros que todavía siguen en tierra. Y encima, no encuentras el DNI así que se te han adelantado otros 7.
Una técnica espectacular, sólo nos ha costado hora y media de pie más toda la frustración de ver cómo nos adelanta la cola al completo.

Puede darse el caso de que se embarque siguiendo rigurosamente el orden de la fila. Así que ahí estaremos nosotros, adentrándonos eufóricos en el finger, avanzando por el estrecho pasillo, que desemboca en unas escaleras, que nos conducen a un autobús, que no partirá hasta estar completo, echando por tierra todo nuestro trabajo. Nuestra posición aventajada se acaba de esfumar. Nos costará asumir la derrota, trataremos de darle la vuelta a la situación colocándonos junto a las puertas para lograr recuperar el lugar que nos corresponde. Pero, claro, no sabemos si las elegidas serán las que finalmente se abran. Tal vez sean las del otro lado del autobús, y los últimos serán los primeros, ergo seremos los últimos. Debemos ser cautos y no cantar visctoria, el final de todo finger no es siempre un avión.



Todos tenemos nuestras teorías sobre el embarque óptimo. Elaboradas hipótesis para optimizar los tiempos de espera y asegurarnos un hueco en el compartimento para equipaje de mano. Aunque las de los demás siempre parecen funcionar mejor.

19 febrero 2015

¿Abuelos o cuidadoras?

Nuestros padres son el eslabón esencial de la conciliación. Sin ellos, trabajo y paternidad serían difícilmente compaginables. Porque la vida de un niño está llena de imprevistos, muchos más que días de vacaciones en tu convenio colectivo... Los necesitamos mucho y, precisamente por eso, no deberíamos abusar. Craso error cogerles el brazo cuando, amablemente, nos tienden su mano.



Me parece importante no perder la perspectiva, ellos son nuestra respuesta ante una eventualidad, aunque sea demasiado habitual. No equivoquemos conceptos y confundamos amor de abuelos con servicio doméstico.

Puede que su cariño sea infinito pero sus fuerzas, no. Cuidar a un niño todas las tardes de lunes a viernes es un curro agotador. A nosotros, que a veces deseamos que sea lunes para poder descansar, nos lo van a contar.

Una obligación diaria dista mucho de ser un favor. Acabamos de endosar un trabajo de larga duración –hasta la adolescencia, como unos 13 años- a personas en edad de jubilación.

En agradecimiento, creemos que bastará con la preciosa experiencia abuelo-nieto y todo ese cariño fluyendo entre generaciones. Aunque a nosotros el amor no nos dé tanto de sí como esperamos que les cunda a ellos.

Además, está toda esa responsabilidad cayendo sobre sus hombros. Porque todos los días de la semana son demasiados para que puedan ejercer únicamente el papel de abuelos. También les toca educar a nuestra progenie. Queremos que merienden fruta, nada de chucherías, que no coman nada a partir de las 19:00 que luego no cenan, que no vean mucha televisión, que no jueguen demasiado con el iPad, que salgan a la calle a que les dé un poco el aire. Vamos, que ponemos un sinfín de condiciones, como si superar la tarde con los nietos como buenamente puedan no fuera suficiente. Que levante la mano el padre que no tira de dibujos animados una tarde lluviosa de domingo.

Seguramente seamos capaces de organizar nuestra vida de manera más independiente aunque también es probable que nos cueste más pasta, la gente cobra por cuidar niños de 16:00 a 20:00 de lunes a viernes.



La decisión de tener hijos -y cuántos- es personal e intransferible, como también lo son las responsabilidades, obligaciones y renuncias que conlleva. Yo agradezco infinitamente cuando me ayudan, pero prefiero mil veces cuando no tienen que hacerlo. Conseguirlo yo sola, sin necesitarlos, es una gran victoria.

Entonces, nos vamos a hacer una visita a los abuelos, que les hace muchísima ilusión estar con sus nietos.

16 febrero 2015

A cuadros.

Los escaparates nos presentan las nuevas colecciones. Tejidos vaporosos no aptos para el frío, calzado incompatible con la lluvia, tonos pastel con muy difícil salida en febrero. ¿Y qué se compra una en pleno invierno cuando sólo nos ofrecen primavera?


Por estos lares, donde el verano –el de sandalia y pierna al aire- no hace su aparición oficial hasta bien entrado junio, necesitaremos prendas compatibles media tupida -a las de color carne no les veo utilidad alguna, salvo darte puntos choni- botas, abrigo y bufanda. Queda descartado, por tanto, casi todo lo nuevo.
¿Qué nos queda, entonces?
Dar las gracias porque los cuadros, de la mano de Zara, no nos abandonan por el momento. Parece que hay vida después de las rebajas.

Vestidos



¿Camisas largas o mini-vestidos?



Cuadros masculinos



Idénticos cuadros



Femenina y a cuadros



Completamente a cuadros




Sólo nos faltan el hacha y unos buenos troncos para completar nuestro total look leñador.


12 febrero 2015

Cincuenta sombras chinas.

He pasado de la trilogía Cincuenta Sombras. Simplemente, no me apetecía demasiado. La gente la ha devorado así que seguro que es entretenida pero yo no he encontrado el momento de leerme tres libros rollo cachonduelo-romántico, aderezado con fustas, látigos y mordazas... Seré de mente estrecha pero estoy acostumbrada a las esposas en ambiente estrictamente policial.



Y pasando de estos temas estaba yo cuando comencé El valle del asombro. Pensaba que me encontraría la típica historia de chinas –precisamente por eso lo compré- con madres estrictas, tradiciones ancestrales, suegras pérfidas, el peso de la familia, pies vendados, maridos horribles, hijos ingratos. Lo de siempre, vaya.
Sin embargo, Amy Tan ha debido ver un buen nicho de mercado y se suma al boom de lo explícito en versión Oriente. Así, me estoy tragando la vida de una cortesana en Shanghái a principios del siglo XX con todo lujo de detalles. Y me refiero a amplias descripciones de tallos, cabezas de dragón y perlas, pabellones, puertas y desfloraciones. Un eterno símil con la fauna y la flora de China para referirse al tema y sus posibilidades creativas: “nadar con peces de colores”, “el caballo encabritado”, “las ondulantes cañas de bambú” o “las ostras en el caparazón de la tortuga”. El efecto es de lo más extraño; una vez que te acostumbras a que la fruta no sea simplemente fruta, resulta tremendamente cursi a la par que muy explícito. Raro.


Lo peor de todo, la historia, un auténtico drama. A la protagonista sólo le suceden tragedias; una muerte, un abandono y un engaño detrás de otro durante casi 700 páginas. ¡Agotador! A ver si levantamos cabeza en la recta final de la novela porque estoy cansada de tanto sufrimiento, tanta grulla y tanto loto en flor.


Conclusiones
  • Si te gustó Cincuenta sombras de Grey, te sobrará drama y te faltará el romance.
  • Si apuestas por una historia de chinas, ésta es bastante mala.
  • Si esperabas a Amy Tan, está de vacaciones.
  • Si “trepar por el tronco del melocotonero” te dice algo, a lo mejor aprendes algo del asunto.
  • A Leonardo Dantés sí se lo recomiendo, sería capaz de componer una segunda versión de su hit Tiene nombres mil.





09 febrero 2015

All I need.

A veces, sólo pedimos una cosa.
Ahí va mi petición para hoy.


05 febrero 2015

Nevada idealizada.

Nieva y todavía pienso que no podré ir al colegio.

Nieva y me imagino en casa con una manta, calentita y acurrucada.

También veo una chimenea y olor a leña y a castañas asadas.

Podría ir a jugar al parque con el peque, hacer guerra de bolas, un muñeco o deslizarnos por una cuesta en trineo (que tendría en alguna parte).

Pienso en los copos como si fueran de algodón, cayendo delicadamente. Me comería uno.



Nieva y, efectivamente, el colegio está cerrado. No me entero hasta que estamos en la parada y el autobús no llega. No me hace tan feliz, tengo que recurrir al plan A(buelos).

A mi oficina se llega estupendamente andando. No es posible escabullirse por temporal.

Sí estoy hecha un ovillo, aterida de frío en el despacho. Ya podría haber llevado al curro la manta de mis ensoñaciones invernales.

Vivo en un piso interior, tengo calefacción y no me gustan las castañas. Encenderé una cerilla, no deja de ser madera en combustión.

Las aceras están cubiertas por una fina capa de barro resbaladizo. No podríamos jugar, sólo revolcarnos como cochinos. El parque se ha vuelto, además, una trampa mortal, desnucarnos al patinar con el hielo mugriento no era mi idea de jugar en la nieve.

Cae una mezcla de agua y granizo, nada delicado ni esponjoso. El gorro de lana con pompón es pura pose, te calas.


Tengo idealizada la nieve, como una niña.
Pero me gusta cuando pasa. Me hace ilusión que no sea simplemente lluvia.


02 febrero 2015

Llenando estanterías.

El síndrome de la balda vacía nos afecta a todos. Nadie está libre de tener en su casa un estante pendiente de completar. Y no con mierdas –no es un armario- sino con ese armonioso batiburrillo de cosas que, juntas, dan a la estancia tu toque personal. Entonces, tu casa estará habitada, decorada, terminada, vivida.


Una estantería desocupada es de lo más desangelado. Parece que te acabaras de mudar, como si toda tu vida siguiese en las cajas pendiente de ser colocada. Pero no es así, tus libros, discos, películas y fotos ocupan el 10% del espacio de almacenaje decorativo de tu hogar. Toda una existencia en tan poco espacio… Es lo que hay, vamos a tener que esforzarnos para conseguir ese look arreglado pero informal de las revistas de decoración.

El caso es que nunca encontramos el momento, ningún objeto parece adecuado y la faena sigue sin rematar. Así que vamos a ponernos manos a la obra y ver qué nos ofrece IKEA. Pasaremos por alto los muebles y nos centraremos en todos los objetos que colocan en las repisas, mesillas, baldas, estanterías, armarios, vitrinas y mesas.

Aunque una buena colección de libros siempre ayuda, no es un requisito indispensable. Un par estaría bien que tuvieras (y ya que estás, siempre los puedes leer) pero se aceptan también colección de revistas con lomo. Vemos que, incluso, hacen del propio libro un objeto decorativo doblando algunas páginas. ¡Qué ocurrentes!





Indispensable pasarse por la sección de jardinería. Ahí está nuestra gran baza: plantas, jarrones, macetas, botes, invernadero, candelabros y velas, campanas de cristal, regaderas. La combinación de todos estos elementos llenará nuestro espacio.











Imposible no pararse en la zona de menaje. Los tarros, platos, boles, jarras, botellas, vasos y fuentes se transforman en objetos decorativos alucinantes. Se requiere tener la mente abierta, porque una tabla de cortar y una bandeja pueden quedar genial.






Por supuesto, un tour por almacenaje de oficina, que con sus clasificadores, archivadores, botes para lápices y cajas, dará a nuestra biblioteca mucho empaque.







Y no nos olvidemos de coger alguna lámina, unos cuantos marcos, un reloj de pared.





Si tenemos suerte, encontraremos incluso algún objeto decorativo para colocar directamente en nuestras estanterías.



Et voilà!






Mezclando con gusto y sabiduría nórdicos –que copiaremos tal cual-, hemos conseguido acabar con las baldas vacías.