06 noviembre 2014

Escandalizando.

Me pasa con Almodóvar y también con John Irving. Son tan alternativos, tan outsiders, tan rocambolescos contando historias que se han vuelto de lo más previsibles.


Quieren mostrarnos la realidad invisible a nuestra mirada burguesa y acomodada. Enseñarnos que existen otras maneras de vivir, diferentes a cualquier idea preconcebida en nuestras encorsetadas mentes. Demostrarnos que nos equivocamos, que todo tiene cabida. Cada uno es dueño de su vida y algunos valientes deciden existir a su manera, hasta el final, aunque no encajen en la sociedad, con sus familia, entre sus amigos. Hasta ahí, una gran lección.

El problema es que los tabús van cayendo. Renqueante, la sociedad ha conseguido avanzar. Y los escandalizadores van envejeciendo. Tratar la homosexualidad (o cualquier tendencia) ha dejado de ser una osadía para volverse en un tema de lo más común, casi banal. El mundo del cine y la literatura se ha quedado sin el comodín más provocador de todos los tiempos, el sexo. 

Así que nuestros transgresores se han quedado huérfanos. Ahora, la búsqueda del escándalo es mucho más costosa. El público ha normalizado tantas cosas que estos creadores se las ven y se las desean para conseguir que alguien se eche las manos a la cabeza, como hacían antaño. El resultado final es una auténtica parodia, rizar el rizo de lo absurdo, cayendo demasiadas veces en lo grotesco.
Su único objetivo es mantener su imagen de enfant terrible pero no parecen darse cuenta de que, con el paso de los años, ellos también se han quedado obsoletos. Su lenguaje, su insurrección y su rebeldía no son más que una pose. Sus historias de ahora son de pacotilla.


El timo de Almodóvar.
- Pedro, contigo llegó el escándalo. ¿De dónde sacas la inspiración?
- Es que mi entorno es así. ¡La vida es así!
- Pero antes sólo había gays y algún transexual, ¿no?
- Esto también estaba pero la sociedad no quería verlo. No era lo suficientemente madura.
- ¿Por eso nos lo cuentas en tus últimas películas?
- Sí, hasta ahora no quería desvelar toda la verdad. Sabía que no estabais preparados aún.
- Así que tu ambiente ochentero no lo formaban homosexuales condenados en la era post-franquista y católica como nos has contado hasta ahora sino que en realidad son monjas que se preñan de transexuales con SIDA., ¿es eso?
- Sí.
- Anda ya, Pedro.
-Te lo juro por la Virgen de Regla.
- Vete yendo para casa que se te ha hecho tarde.


El quedo de Mr. Irving.
- John, en su última novela trata usted la marginación de los bisexuales.
- Efectivamente. Se luchaba por los derechos de los homosexuales pero ellos ignoraban y despreciaban la bisexualidad.
- Toda una paradoja…
- Que la gente desconoce hoy en día y había que mostrar también.
- Sin embargo, no prescinde de su temática habitual.
- Claro, el sexo está en todas partes. No se puede contar nada sin hablar de sexo.
- Y tenemos también la sempiterna atracción de sus jóvenes protagonistas por mujeres mayores.
- Sí, es algo que siempre he sentido. Lo conozco y escribo sobre ello.
- Pero aquí nada es lo que parece. La atractiva mujer madura resultaba ser un transexual. ¡Todo un golpe de efecto!
- Me gusta hacer pensar al lector. Provocar reacciones. Que experimente sensaciones nuevas. Ver hasta dónde puede llegar.
- John, nos está usted contando lo mismo de siempre pero con pitilín.
- Ya.
- Pues no ha colado.


Me resulta más transgresor mi hijo de cuatro años diciendo “¡Teta!” que estos dos viejos haciéndose los vividos.


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